Foto tomada de Facebook, Grupo “APOYO LA HORA DEL PLANETA EN CHILE 2010”
Son las 22:06 horas en Santiago, he regresado a mi casa después de caminar por toda la ciudad durante una hora, la hora del planeta. Fue realmente gratificante ver a mi ciudad contribuir a esta simbólica causa contra el cambió climático.
Caminando por las calles de mi ciudad, descubrí lo linda que es la torre Entel, sin esa gigante pantalla LCD encendida y sin la gran cantidad de luces que generalmente molestan a mi ojos. Todos los chilenos y chilenas demostramos la gran cultura y el gran amor que sentimos con nuestro planeta.
Fueron sesenta minutos inolvidables, en los que me olvide de absolutamente todo aparató electrónico, mi teléfono móvil decidí apagarlo, mi casa totalmente a oscuras, mi computador descanso una hora (desde el apagón forzado de hace unos días, no dormía mi computador).
En la calle, me acercaba a las casas que tenían luces prendidas y les pedía amablemente que dejaran respirar al planeta, recuerdo especialmente aquella señora que amablemente me convido a comer una marraqueta en su casa; totalmente a oscuras.
Su casa era de color blanco, tenia todas las luces apagadas, solo podía ver un televisor encendido, razón por la cual toqué a la puerta y encontré a la señora Josefina regañando a su hijo para que apagara el televisor.
Después de unos cinco minutos de plática en la puerta, muy amablemente me invitó a seguir, a que tomáramos una taza de té con unas marraquetas, no pude resistir, comimos totalmente a oscuras, Josefina no quería encender ninguna vela.
Sofía <la niña pequeña de Josefina>, lloró cuando su madre apago abruptamente el televisor. Pero luego al ver un trozo de chocolate que tenia su mamá, lo comió sin parar; Miguel, algo grosero con su madre, la intento desafiar en varias ocasiones encendiendo su PSP y jugando sin consentimiento de su madre. Pero una y otra vez se enfrento a su malhumorada madre que con solo mirarlo causaba increíble miedo en el pobre.
Dentro de la casa de doña Josefina pasé 45 minutos, sorprendido por su enorme hospitalidad <Yo no conocía a Josefina ni ella a mí> allí adentro con Josefina, Miguel, Sofía y Bruno (El gato obeso que custodiaba la entrada) aprendí que la felicidad también se puede lograr sin dañar a nuestro planeta.
Para terminar quisiera felicitar a todas las personas que contribuyeron a la causa, juntos todos y todas lucharemos por un futuro digno para el planeta tierra.